domingo, 31 de octubre de 2010

Marina y su castigo (Calaverita)

Por Juan Carlos Juárez Carrillo

Marina se disponía, un viernes por la tarde salir,

lo que ella nunca sabría,
es que esa tarde habría de morir.


Un espectro estaba planeando,
coludido con el ángel Gabriel,
con una treta la iría engañando,
hasta al infierno llevarla con él.


El espectro como un escribano,
a Marina la muerte tentó,
le pidió que le hechara la mano,
con un cuento que él inventó.


Un cuerto corto ella le dió,
esperando su obra fuera publicada,
la fría emocionada se sonrió,
y le dijo: ¡ya te llevó la tostada!


Tus letras tienen mucha ironía,
hasta el diablo estaría contento,
pero como ya yo sabía,
algo tan corto ¡no es un cuento!


Ahora Marina está en el averno,
y como compañero un tal caracól,
sufriendo la pobre el castigo eterno,
sin poder cambiar ese viejo rol.

Pobrecita Marina,
ya puedes llorar,
no sirve de nada,
pues ya la baba... se te va a desbordar.


Con mucho cariño y respeto para mi amiga Marina Guigui

Cuando la inspiración se va

Por Marina Guigui

Ya van cuatro veces que borro estas letras, ¿es que no se te va a ocurrir nada? ¡No vas a poder enviar el manuscrito a tiempo otra vez! hace mucho que no se te ocurre nada bueno, ¿no puedes terminar ni siquiera un párrafo? Bien me lo decían cuando empecé en esto, un día tu musa se va a ir, te va a dejar a la deriva. ¡Bah! Esas son tonterías, todo está en la imaginación, en el conocimiento, en la práctica pensaba yo, que tonto he sido. Soy un maldito escritor fracasado, no puedo hacer nada bien, ni con mi familia, trabajo, investigación y mucho menos con estas letras. Pero qué puede hacer uno cuando apenas le alcanza el dinero para comer, la pobreza es como una enfermedad terminal, puedes nacer con ella o adquirirla a lo largo de la vida y sólo termina con la muerte, no hay esperanzas para ningún pobre diablo y menos uno como yo, escritor, qué quiere decir ser escritor; ser escritor es morirse de hambre, es depender de la fascinante creatividad que termina, tarde o temprano por abandonarnos, quiero decir, por abandonarme. Ya ni siquiera las lágrimas salen de mis ojos, estoy seco, por dentro y por fuera. Creo que sería mejor morir, si, morir aquí, en este mismo momento, solo con mi fracaso, solo con esta humanidad bastarda y sucia que la propia muerte no podría limpiar. Todo quedará escrito, en los diarios, en la radio y probablemente hasta en la televisión, los titulares dirían más o menos así: fracasado escritor aparece muerto en una vieja bodega. Probablemente en menos de 24 horas descubrirían que la causa de la muerte fue un vil suicidio. Un escritor debe morir de una forma artística, melodramática, un crimen pasional, un suicidio… ¡No!, el suicidio es poco elegante, no tiene clase, suicidio… ¡Suicidio! Todos hablarían de cómo este pobre escritor decidió terminar con su vida... Aunque... ¿Por qué no? Puede ser una forma de que mis textos regresen a los escaparates, de que resurja de las cenizas, del olvido… ¡Sólo después de la muerte se puede resucitar!

FIN