Por: Marina Guigui
Me encontraba en mi habitación un día como cualquier otro, recorrí la cortina que cubría la ventana, y observé en lo alto, una línea formada por una especie de telescopios de color negro, flotando en el aire uno detrás de otro; mucha gente estaba afuera a pesar de la inundación, bien se podría nadar en los charcos.
Salí de mi casa, todo era tan extraño; una mezcla de miedo, curiosidad e incertidumbre, todos y todo se encontraba paralizado, no saber si a continuación venía una explosión o si se trataba de un mensaje de paz nos tenía preocupados. De pronto, toda el agua que estaba cubriéndonos hasta las rodillas, empezó a desaparecer rápidamente, se comenzaron a escuchar gritos de angustia de algunas personas, que al igual que yo, no entendían que es lo que estaba pasando; algunos pensaban que había llegado el fin del mundo, y de cierto modo así fue.
La tierra empezó a temblar, el terror siguió invadiendo mi cuerpo, pero no corrí, no grité simplemente me quedé paralizada recargada en la pared; cuando sentí un frió terrible en los pies, volví la cara dándome cuenta que el agua estaba regresando, ¿qué es lo que pasa? me preguntaba; ésta cubrió nuevamente mis rodillas, pero no se quedó ahí, continúo subiendo más y más, envolviendo mis brazos, mi cuello y mi cara, cosa que me obligó a nadar y sostenerme de lo que estuviera más cercano a mi para no ahogarme. Sin más, la inundación se detuvo yo seguí flotando igual que todos los demás que no paraban de gritar y de tratar desesperadamente de sostenerse de algún lugar.
En medio del caos esos pequeños aparatos comenzaron a sumergirse poco a poco, la desesperación invadió el ambiente, cuando esas cosas tocaron el agua sentí un dolor muy agudo en todo mi cuerpo ¡nos están electrocutando!, Dios mío, los muertos empezaron a flotar, hombres, mujeres y niños, todos calcinados con muecas de dolor en el rostro ya sin vida, de pronto todo se detuvo, esas máquinas salieron del agua y sin más, a una gran velocidad se alejaron de nosotros.
Cada ves que se ve a alguna persona con cicatrices, el mundo revive con horror y miedo, ese fatídico día en que pocos logramos sobrevivir al ataque extraterrestre. Cada día lluvioso nos recuerda la fragilidad de nuestra existencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario